Juan era un niño aventurero, muy curioso y sobre todo soñador. Una tarde, después de haber estado jugando durante horas en el parque con sus amigos, y después de haber cenado con Mamá y Papá, Mamá decidió acompañar a Juan a su habitación, ya que era hora de ir a la cama.
La habitación de Juan estaba decorada con pósteres de barcos y mapas antiguos, y su cama estaba rodeada de juguetes y libros de aventuras de piratas. Mamá se acercó a Juan, le dio un fuerte abrazo y le deseó buenas noches. Al poco tiempo, Juan se quedó profundamente dormido.
De repente, mientras Juan se encontraba dormido, comenzó a soñar que se encontraba en un verdadero barco pirata, navegando por los mares en busca de tesoros escondidos. Juan era el tripulante más joven del barco, pero le encantaban las aventuras de piratas, por lo que la edad no era un problema para el.
El barco pirara, estaba hecho de madera vieja y mohosa, y estaba cubierto de viejas algas marinas y pequeñas conchas incrustadas. Las velas estaban desplegadas al viento, y el barco navegaba a toda velocidad. Juan podía oír el sonido de las olas golpeando contra el casco del barco y el crujido de la madera al chocar contra el mar.
El sol brillaba en el cielo, iluminando el camino hacia su destino, la gran isla del tesoro. Juan podía ver a los peces saltando en la superficie del agua y a las gaviotas sobrevolando el barco. Juan sabía que era el día perfecto para una aventura en el mar.
El barco se dirigía hacia una isla desconocida, donde la tripulación de piratas creía que había un valioso y preciado tesoro oculto. Juan y los demás piratas desembarcaron en la isla y comenzaron a buscar el tesoro. La isla estaba cubierta de árboles y arbustos tropicales, por que la tripulación de los piratas tuvo que abrirse camino a través de la jungla para llegar al lugar donde creían que estaba el tesoro. Con la ayuda de sus espadas, iban cortando la vegetación para poder adentrarse en la jungla. Juan podía oír el sonido de los monos aullando y el canto de los pájaros.
Después de una larga búsqueda, y tras caminar muchas horas, encontraron una marca en el terreno, era exactamente el mismo lugar donde el mapa del tesoro decía que debían de llegar. Después de horas excavando, encontraron un viejo cofre lleno de monedas de oro y joyas. ¡Habían encontrado el tesoro! «¡Juan, eres un excelente guía!», gritaban los piratas.
Pero justo cuando los piratas comenzaban a celebrar su descubrimiento, un rugido enorme salió desde lo profundo de la Jungla. Un monstruo de las cavernas comenzó a acercarse a ellos desde las profundidades de la jungla. Era una criatura gigante y peluda, y poseía una boca llena de dientes afilados. Tenía tantos dientes que casi era imposible contarlos. Juan podía oír su rugido a medida que se acercaba al lugar donde se encontraba el tesoro..
Juan, sin embargo, no quería abandonar el tesoro y decidió quedarse a protegerlo. Con su astucia y valentía, Juan encontró una manera de distraer al monstruo y escapar con el tesoro. Con la ayuda de los demás piratas, lograron regresar al barco y escapar de la isla.
De vuelta en el barco, los piratas celebraron su éxito y Juan fue el héroe de aquella noche. Compartieron el tesoro y comieron y bebieron hasta bien tarde, mientras cantaban canciones de piratas y hablaban de sus aventuras.
Cuando pensaban que todo había pasado, y que no habría más monstruos con los que luchar, el barco comenzó a balancearse violentamente y Juan se dio cuenta de que algo andaba mal. Era el monstruo marino, que había perseguido al barco y estaba atacándolo con sus tentáculos. Juan y los demás piratas corrieron a las armas para proteger el barco y su tesoro.
La batalla fue intensa y el monstruo parecía ser invencible, pero Juan no se rindió. Con su ingenio, encontró un punto débil en la criatura y logró herirla gravemente. Finalmente, el monstruo marino se alejó, derrotado.
El barco llegó a puerto seguro y los piratas se desparramaron por el puerto, contando sus aventuras y celebrando su éxito. Juan se fue a dormir esa noche al barco, con una gran sonrisa en su rostro y con la satisfacción de haber encontrado el tesoro de sus sueños.
A la mañana siguiente, Juan no estaba en el barco, se había despertado en su cama, rodeado de sus juguetes y libros de aventuras de piratas. Tenía la sensación de haber vivido una gran aventura. Pero cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que todo había sido solo un sueño. Sin embargo, nunca olvidaría esa noche y ese viaje, y siempre recordaría el valor y la valentía que demostró en su sueño.
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