En este artículo, vamos a centrarnos en una edad concreta, entre los 6 y los 8 años, ya que en este intervalo de edad, los niños son bastante competentes en el manejo de diversas responsabilidades. Además, están en pleno desarrollo del sentido de la responsabilidad. Esto no quiere decir que las pautas y consejos que te vamos a dar no puedan ser aplicadas a niños más pequeños, o incluso más grandes. Si consideras que tu pequeño está preparado para la adquisición de estas cualidades, adelante.
Recuerda algo, la mayoría de los niños no tienen demasiada motivación interna para comportarse de manera responsable. En esta etapa, es mejor no sobrecargarlos en exceso con muchas tareas. Lo idea es que lleve a cabo menos tareas pero que las cumpla y finalice de forma adecuada. Entonces, vamos allá.
¿Qué podemos hacer para inculcar el sentido de la responsabilidad en nuestros hijos?
Se tú mismo el mejor ejemplo a seguir.
Una de las mejores (y más difíciles) maneras de fomentar un comportamiento responsable es ser un buen modelo a seguir con tus propias acciones: coloca las llaves de tu coche donde deben estar, en lugar de ponerlas en la mesa del comedor, ordena la pila de revistas en lugar de dejarlas tiradas por el sofá, o incluso lava los platos después de comer en vez de dejarlos durante horas en el fregadero.
Elige tareas adecuadas para su edad.
Los niños de esta edad (entre 6 y 8) deberían, aunque sea, llevar a cabo tareas que requieran de confianza en sí mismos y confiabilidad. Por ejemplo, haz que tu hijo haga su cama todas las mañanas o que meta los platos en el lavavajillas al terminar de comer. También pueden llevar a cabo pequeñas tareas como barrer el suelo de la cocina o limpiar el polvo de la mesa del salón. Asimismo, puedes ayudarlo a aprender a planificar con anticipación si le haces preguntas como «¿Qué necesitas meter en la mochila para mañana?» o «¿Qué cosas necesitas para tu clase de natación esta tarde?»
Un niño también puede aprender sobre las responsabilidades intrínsecas de vivir en comunidad. Así que llévalo a un día de limpieza del parque o participa en algún proyecto comunitario (en caso de que exista esto en la zona donde vives). Además de pasar un rato divertido, se sentirá orgulloso de sus pequeñas, pero importantes, contribuciones para mejorar su vecindario.
Enseñar cuáles son las prioridades.
Tu hijo ya debería saber que existen prioridades y que el trabajo debe realizarse antes de empezar a jugar. En muchas ocasiones, es necesario reforzar esta regla básica. «Yo también quiero ir a jugar», le puedes decir. «Pero recuerda, primero tenemos que hacer los deberes». Sé amable y realista al respecto, y admite que tú también prefieres la diversión al trabajo. Con este comportamiento, él se dará cuenta que no estás siendo un mandón, sino que simplemente esperas que se comporte de manera responsable.
Haz del trabajo un juego.
Todos disfrutamos más de las tareas cuando son divertidas. A tu hijo le encantará ayudar a lavar el coche en un día caluroso si le permites que juegue y se moje un poco con la manguera. Es solo un ejemplo, pero puedes aplicarlo a muchas otras tareas.
Trata de no regañarle.
Es difícil mantener la calma cuando fallan repetidamente en hacer lo que se esperamos de ellos. Pero los sermones y los castigos rara vez funcionan, al menos no a largo plazo, y no le enseñarán autodisciplina. En su lugar, intenta transmitir tu punto de vista con algo de simpatía y humor.
A los niños de esta edad les encanta que sus padres actúen de forma más tonta que ellos. En lugar de regañarle por dejar el tazón de cereales en el suelo, vuelve al tema más tarde ese mismo día y dile: «Está bien, imaginemos que nos encontramos un tazón vacío del desayuno en el suelo del salón. ¿Qué podemos hacer con él? ¡Podemos… ponérnoslo en la cabeza! ¿Es una buena idea? No. Está bien, podemos… tirarlo en la bañera. ¿No? ¡Está bien, podemos… ponerlo en el fregadero!» No solo disfrutará de las tonterías de este juego, sino que también aprenderá a comparar y evaluar posibles soluciones.
Cambia las señales.
Uno de los aspectos más frustrantes de la paternidad es tener que repetir lo mismo todos los días (o varias veces al día). «¿Cuántas veces te tengo que decir que cuelgues el abrigo?» «¿Cuántas veces tengo que decirte que pongas tu ropa sucia en el cesto?» Habrá veces que incluso no soportarás escucharte a ti mismo repitiendo lo mismo, una y otra vez.
Sin embargo, es posible que no te estés dando cuenta de que, como resultado de este tipo de regaños, tu hijo ha aprendido a responder a la señal verbal, incluso si es negativa. Es el momento de «rebobinar la cinta». Dile a tu hijo: «Vuelve a salir de casa. Bien, ahora vuelve a entrar y cuelga el abrigo cuando entres». Anímalo cuando lo haga. El estímulo de entrar por la puerta se convierte en la señal, en lugar de repetir la misma frase de siempre.
Espera altibajos en su comportamiento.
Los niños se van a equivocar, es parte de ser un niño. Pero por lo general puedes obtener más cumplimiento cuando se dan cuenta de que hay un patrón. Así que trata de no expresar enfado o decepción si tu hijo está teniendo un mal día. Solo dile con calma: «Recuerda, siempre le das de comer al perro justo antes de que pongamos la mesa».
Mantén un registro.
La evidencia visual funciona bien en estas edades. Haz una tabla en una cartulina, cuélgala en la pared y enumera las tareas del día o de la semana. Coloca una pegatina cada vez que tu hijo realice una de estas tareas. Cuando haya ganado diez pegatinas, puede ver un video especial o invitar a algún amigo a casa. Este tipo de estrategia actúa como un incentivo, pero no como un soborno (algo totalmente diferente). También les proporciona a ellos mismos evidencias claras de sus esfuerzos y aumenta su orgullo por ello.
Expresa las cosas de forma positiva.
Jerry Wyckoff, psicólogo familiar, sugiere usar lo que él llama «la regla de la abuela» para fomentar un comportamiento responsable. En lugar de dar un ultimátum («Si no lo haces, entonces pasará esto…»), la regla de la abuela dice: «Cuando hayas hecho lo que tienes que hacer, entonces puedes hacer lo que quieres hacer». La regla de la abuela deja bien claro que tu hogar tiene reglas que hay que seguir. Si tu hijo te dice: «Juan me pidió que fuera a su casa hoy. Quiero ir», respóndele: «Cuando hayas terminado tu tarea, puedes ir a jugar». Diciéndole: «Si terminas tu tarea, te llevaré al cine», en realidad solo estás sobornando a tu hijo con algo que, en realidad, debería ser un comportamiento normal, como es el hecho de hacer sus deberes. Esto aumenta la posibilidad de que decida que no quiere hacerlo. Corres el riesgo de que él mismo decidida no tomar el incentivo y pase de terminar su tarea.
Dale espacio.
Por mucho que sientas la tentación de recoger del suelo la ropa de tu hijo y doblarla correctamente tu mismo, trata de resistirte. Concéntrate más en sus esfuerzos que en sus logros reales. Puede que no esté haciendo un trabajo perfecto, pero criticarlo o apropiarse de su trabajo solo aplastará su deseo de ser responsable. Trata de hacer tus sugerencias amablemente o incluso con un poco de tristeza, por ejemplo diciendo «Has hecho un buen trabajo con la cama. Sin embargo, generalmente se suele poner la ropa sucia en el cesto, en vez de taparla con las sábanas de tu cama». Tu tono lo ayudará a entender lo que quieres expresarle sin sentirse a la defensiva.
Que asuma las consecuencias.
Siempre que el resultado no sea duro o peligroso, deja que tu hijo viva con los resultados y consecuencias de las elecciones que tome. Si él es responsable de hacer su mochila todas las mañanas y ese día decide no hacerla, no vayas personalmente a la escuela más tarde a llevarle los libros. Puede que se arrepienta de haberlos olvidado, pero puedes apostar a que lo recordará mañana. Puedes animarlo preguntándole cómo puede hacer para no olvidárselos la próxima vez.
Ten en cuenta el temperamento de tu hijo.
Si constantemente no cumple con sus responsabilidades, da un paso atrás y piensa si necesita ayuda adicional. Comenzar un proyecto es difícil para muchos niños y es posible que necesite que lo ayudes a comenzar (luego da un paso atrás y déjalo continuar solo). Si se abruma fácilmente, asegúrate de que tus instrucciones sean muy claras. Si es un niño obstinado, trata de presentar la tarea con naturalidad y no como una orden.
Refuérzalo positivamente
El refuerzo positivo enseñará a tu hijo que sus esfuerzos son importantes y apreciados. Cuando sea apropiado, señala exactamente cómo ha ayudado a todos los demás: «¡Genial! Ahora que cortaste el césped, todos podemos jugar a voleibol esta tarde».
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